martes, 8 de diciembre de 2009

Las lágrimas de Eros

Exposición: Las lágrimas de Eros.
Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Cajamadrid.
Del 20 de Octubre 2009 al 31 de Enero 2010.

Museo Thyssen-Bornemisza

- 1. Nacimiento de Venus


- 2. Eva y la serpiente


- 3. Esfinges y sirenas


- 4. Tentaciones de San Antonio


- 5. El martirio de San Sebastián


- 6. Andrómeda encadenada


- 7. El beso


Fundación Caja Madrid

- 8. Apolo y Jacinto


- 9. Endimión dormido


- 10. Bellas suicidas


- 11. Magdalena penitente


- 12. Cazadores de cabezas



A lo largo de la obra de Georges Bataille (1897-1962) nos encontramos con suficientes pasajes como para que el lector, como poco, permanezca desasosegado tiempo después de haberse desprendido del libro. La presente exposición, o para ser más justos y correctos, las piezas que se nos muestran en esta exposición, poseen las mismas virtudes.
Ensayo filosófico frente a la imagen. Evidentemente son dos disciplinas distintas, y de diverso acceso. La mala interpretación de la primera nos conduce al rechazo, al desprecio fácil de una mente obstusa; no por casualidad este personaje francés fue tildado entre los círculos académicos como "el Maldito". Una literatura violenta, de excesos, de transgresión conceptual...y sobre todo, sus derivas morales acabaron por considerar a Bataille poco menos que un libertino contemporáneo. Por fortuna o no, y esto dependerá de la intención con la que el espectador se acerque a la sala, la pintura, la fotografía, la escultura, el video..todas estas artes visuales cuentan con la disposición inmediata del ojo. Éste no necesita entrenamiento, si bien el ver no acaba con la visión.
Si lo pretendido por esta exposición no va más allá del propio título...poco más se podría añadir que la expresión particular, opinión y parecer guiados por cualquier concepto...estético, teórico, etc...
No obstante, sería preciso atenernos al hilo conductor que se nos ofrece de entrada, y al revés que Ariadna, entrar conducidos por la mano invisible de Bataille en un laberinto más peligroso, el más peligroso, diría él, que el de cualquier minotauro. Porque, en definitiva, aquello que se desenvuelve en la obra es la muerte. Continuidad y discontinuidad. El elemento capital de las investigaciones del filósofo francés.
Decíamos que el ojo ve más allá y más acá de sus límites. Para ello basta estar dispuestos. Porque la verdad, en términos de Bataille, no es un concepto que se avenga a la corrección, sino a la voluntad. El ocultamiento no es atributo del objeto, sino del sujeto...traducido torpemente a la termininología epistemológica clásica. El pensar es una cuestión de atrevimiento. Temeridad infantil, tal vez, pero con la carga de profundidad del adulto. En eso consiste la soberanía. En ello acontece inevitablemente el horror y la hilaridad.
El paseante-observante de la sala, con cierta dificultad, se complacerá con cuadros y fotografías hermosas. Los pliegues de la piel, los roces de la luz, las formas elegantes del cuerpo núbil... Es harto complejo reservarse, un momento después, ante las insinuaciones que ván más allá de las superficialidades de la carne. Se introduce el movimiento del cuerpo caído o de la boca anhelante, las posturas poco propias de la cortesía y educación de un retrato antropométrico. El color de las mejillas, elementos todos que apuntan a lo orgánico y visceral, a ese remoto que se nos escapa en la cotidianidad. Sin solución de continuidad se nos muestra explícitamente lo trágico del suicidio y la atrocidad del homicidio. No obstante lo obsceno de los paisajes finales, la pieza pictórica nos reclama al vértigo con una escalada de sigilo propia. A una toma de conciencia lastimosa. Ni la más castrada de las miradas se hurtará al desafío silencioso que, desde siempre nos presenta el cuerpo. Todos sus ardores, por pura convención, gustan de ser representados bajo la forma griega de Eros.
La experiencia de lo erótico nos transita hasta la muerte. Y es en la muerte donde se desemboza todo este misterio. Recogiendo los frutos de tantos y tantos pensadores, Bataille ahonda en la sabida conciencia del ser humano, un ser-para-la muerte. Jugar con todas las dicotomías del Eros-Tánatos es una tarea a la que se ha dedicado la filosofía. Y no por ello es de su propiedad. Bataille sólo ha sido uno más entre los pensadores. Y los pensadores son sólo unos más entre los hombres y mujeres. Lo que nos haya legado bajo la forma de escrito es únicamente un ofrecimiento...que se puede rechazar o no. Pero lo innegable es que, en mayor o menor medida, todos participamos de la misma conmoción. Su obra es un reclamo, pero no para desentrañar aquí.
Sólo sirva de guía la propia experiencia interior...como él decía. Una invitación vitalmente peligrosa. A la reflexión y a la contemplación. Pero estos momentos son de segundo grado, de orden superior. Con suerte, y sólo con la representación conceptual, derivará en pasmo. Y de aquí en adelante... Un retorcimiento que las palabras nos exigen por su naturaleza. Al igual que un bello cuadro o una fotografía. Todos ellos nos remiten y reconducen a lo verdaderamente representado, donde ya no hay significante y sólo significado. Porque es sólo a través de un cuerpo animado como se accede a lo sagrado. La auténtica exposición gusta de la intimidad de la sangre, compartida o no. Pero por los gustos y cánones sociales, hemos de recluir sus venas bajo los focos petrificantes de un museo. Un ejercicio de referencias que se diluyen exponencialmente.

Nota. Imágenes tomadas de http://www.museothyssen.org

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